La Historia de Santa María de Oro
Fray Justo Santa María del Oro, el sacerdote de la Independencia
Nació en la ciudad de San Juan el 30 de julio de 1772, siendo el primogénito del matrimonio de Juan Miguel de Oro y Cossio, nacido de Buenos Aires, y María Elena Albarracín, originaria de San Juan. Desde su infancia, mostró inclinaciones hacia la carrera sacerdotal, un camino que también era deseado por sus padres. A los 17 años, ingresó a la Orden de los Dominicos, convirtiéndose en miembro del convento de dicha orden.
Los conflictos políticos que tuvieron lugar en Chile en 1814, durante los cuales José Miguel Carrera tuvo un papel destacado, llevaron a que de Oro fuera deportado a Mendoza, donde tuvo la oportunidad de conocer al general José de San Martín. Allí entabló una relación de camaradería que lo acercó al General.
Luego se trasladó a San Juan, donde colaboró con el gobernador José Ignacio de la Roza en la obtención de recursos bélicos para la formación del Ejército de los Andes. Como clérigo, utilizando sus propios recursos y difundiendo su causa en todas partes, logró reunir simpatizantes y colaboradores para formar el Ejército de los Andes, uno de los proyectos militares más audaces del mundo. De Oro consiguió que incluso el convento de Santo Domingo aportara sus ingresos al equipamiento del Ejército de los Andes, al cual incluso logró que se incorporaran sus esclavos.
Tras la disolución de la gran Asamblea Constituyente en 1813 y la destitución del Director Supremo del Estado, general Alvear, se promovió y decidió convocar a un Congreso General que elaborara la Constitución del país y estableciera un sistema de gobierno acorde con los propósitos de la revolución de Mayo. Se invitó a las diferentes provincias a enviar sus representantes al Congreso, y el pueblo de San Juan y por pedido del general San Martín, reconociendo la capacidad de fray Justo Santa María de Oro, lo eligió como uno de sus diputados. El Congreso realizó su primera sesión el 24 de marzo de 1816.
El futuro primer obispo de Cuyo puso firmemente su rúbrica en el Acta solemne del 9 de julio de 1816. Si bien firmó la primera declaración de la independencia con ideas pro monárquicas, el sistema que se solicitaba, renunció a sus ideas individuales y proclamó que antes de elegir como representantes “hay que consultarles a los pueblos” sobre cómo querían ser gobernados.